Lazos de amor entre líneas

Ese lazo grande, fuerte con el que estoy unido por amor y para amar es un: DECIDO HOY QUERERTE PARA SIEMPRE, y un ACTO DE VOLUNTAD DEL SER HUMANO.

Todos los seres humanos estamos unidos a alguien: padres, hijos, hermanos, primos, amigos… vale cualquier parentesco o amistad; pero, tristemente, muchos comparten su unión en la misma medida a la televisión, el móvil o el coche; que al fin y al cabo, son cosas que reflejan la capacidad de poseer.

A las parejas que están casadas las une un contrato si es solo civil, o un vínculo si se trata de alguna creencia. Porque cuando hay una unión, hay algo que te ata a eso a lo que estás unido. En el matrimonio o en la pareja normalmente es el amor; pero existen otras causas por la que te puedas haber unido, esas cosas que el tiempo se va llevando, como la belleza o el dinero, que se esfuman poco a poco.

El amor es el valor indispensable para que una relación permanezca en el tiempo.Pero ese amor no es el sentimiento del primer día, es el amor que es el valor de una decisión.

Mirad, hay amores que nos vienen dados: los padres, los hermanos, los abuelos, los hijos… Porque no los podemos escoger, y lo normal es que existan lazos que nos unan, ya que por mucho que digamos que éste ya no es mi hermano, lo seguirá siendo para siempre.

Y partiendo de esto, ¿cuáles son los lazos que me unen a un amor que no me viene dado? ¿la posesión, como a las cosas? No, no lo es.  Con esa actitud no entiendes lo que es una relación interpersonal y cara a cara.

Ese lazo grande, fuerte con el que estoy unido por amor y para amar es un: DECIDO HOY QUERERTE PARA SIEMPRE, y UN ACTO DE VOLUNTAD DEL SER HUMANO.

Cuando me consultan padres que tienen problemas en la relación con sus hijos o parejas que quieren solucionar sus dificultades, les digo que debemos leer un poco más entre líneas.

Pero, ¿leer el qué? Pues el “manual de la vida en pareja” y el “manual para educar a sus hijos”.

Una vez hice esta pregunta en una conferencia: ¿cuántas veces te has leído el manual de la caldera o el de la lavadora? Y la respuesta general fue casi nunca o nunca. Excepto cuando deja de funcionar. Entonces es cuando toca desempolvar el cajón de los manuales y es donde encontramos la solución. Los más manitas sacarán la caja de herramientas, pero los que no, llamarán al técnico, que entrará en la intimidad de nuestra casa.

Sin embargo, cuando tenemos con nuestra pareja un problema mínimo de entendimiento, y vamos al cajón de manuales, no sabemos dónde está.  No obstante, os aseguro que en cada ser humano siempre hay algo positivo: búscalo y empieza a leer allí; encontrarás frases y hechos en los que no habías pensado. Busca ayuda, intenta formarte. Esto es lo que abrirá los canales de comunicación; no tanto porque el curso o el ponente sea maravilloso, sino porque os dará herramientas para animaros a pensar cómo solucionar las cosas.

Sí, es verdad que la teoría siempre es más fácil contarla, pero la práctica de la vida es muy distinta. Porque es en el día a día donde veréis entre líneas qué es lo que os facilita u os impide esa decisión de “hoy decido quererte para siempre”. Y la dificultad de esto radica en saber leer.

En primer lugar, tenemos las emociones básicas: alegría, tristeza, ira, miedo y asco. Descritas así por el  Dr. Dacher Keltnher; psicólogo californiano y guionista de la película Del revés.

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¡Qué maravilloso es ese día en el que me despierto alegre, pletórico, porque me han ascendido y además me han subido el sueldo! Pero ¡cómo se entristece el hogar cuando un familiar muy querido está gravemente enfermo!

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Otro día estoy lleno de rabia porque me abollaron el coche, o me lo remolcaron mientras iba un minuto a comprar algo a la farmacia.

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Y al siguiente estoy muerto de miedo porque estoy en la cuerda floja ya que hay una reducción de personal importante, y puedo ser yo uno de los desafortunados…o si tengo una empresa y de repente empiezan a disminuir los contratos y además llega una competencia que parece que va a hacer desaparecer la mía.

Miedo al fracaso, miedo ante una catástrofe.  He de decir que el miedo es una de las emociones que más impide conseguir metas y objetivos en la vida.

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O llega esa otra situación en la que me doy cuenta de que esa persona a la que tanto aprecio, me ha engañado y estoy decepcionado y asqueado con la vida.

Estas y muchas cosas más nos podrían llevar a sentir emociones que nos impulsan a sentir algo que influye necesariamente en el día a día. Todos esos sentimientos, gustos y reacciones inmediatas o automáticas están en el sistema límbico.

Pero luego, pasa una cosa… dicen los psicólogos que en el lóbulo frontal del cerebro existe una parte inteligente que es la razón, la propia inteligencia en sí misma que puede encauzar todas esas emociones y darles forma: alimentarlas y rechazarlas, o tenerlas en su justa medida.

Esa inteligencia que tenemos allí es para pensar, concretar y actuar, pero para darle forma voy a hacerlo a través de cuatro virtudes que nos pueden ayudar a canalizar esa emoción y buscar el equilibrio: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

  1. PRUDENCIA: Con origen en el latín prudentia, es un término que se emplea como sinónimo de sensatez, mesura, cautela o moderación. Se trata de la virtud que lleva a alguien a desenvolverse de modo justo y adecuado.Resulta interesante mencionar que el pueblo egipcio solía representar a la prudencia a través de una serpiente con tres cabezas (una con apariencia de león, otra de lobo y otra de perro). Y es que, para ellos, un individuo era prudente cuando tenía la astucia de las víboras, el vigor de los leones, la agilidad de los lobos y la paciencia propia de los “canes”.
  1. JUSTICIA: del latín iustitĭa, es la concepción que cada época y civilización tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas. Es un valor determinado como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. El  jurista Ulpiano la definió así: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi; «La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho».  Los preceptos o mandatos del derecho son: «honeste vivere, alterum non laedere et suum quique tribuere…» «vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo que le corresponde». Igualmente, la justicia ha sido entendida como virtud humana, y puede ser definida como el arte de hacer lo justo, y de «dar a cada uno lo suyo».
  1. FORTALEZA: es la capacidad para soportar problemas y adversidades; firmeza de ánimo. Para la doctrina cristiana, la fortaleza es una virtud cardinal que se basa en derrotar al temor y huir de la temeridad. Supone, por lo tanto, firmeza ante las dificultades y constancia en la búsqueda del bien y de la justicia.
  1. TEMPLANZA: es la virtud cardinal que recomienda moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. En un sentido más amplio, los académicos la definen como sinónimo de «moderación, sobriedad y continencia».

Conjugar las emociones del sistema límbico con estas cuatro virtudes inteligentes que tenemos inscritas por ley natural en lóbulo frontal, son las líneas que pienso que debemos leer, para decidir e ir a la conquista de la voluntad.

Voluntad procede del latín voluntas-atis, que significa querer. El origen de este término se remonta al siglo X; y después, en el XV, aparece la expresión voluntario (del latín voluntarius);  que significa persona que por su voluntad presta servicio o trabajo.

 Tras esta descripción etimológica, hay que decir que ésta implica tres cosas: la potencia de querer, el acto de querer y lo querido o pretendido en sí mismo.

Y de toda esta explicación podemos extraer una primera aproximación para definir la voluntad: aquella facultad del hombre para querer algo, lo cual implica admitir o rechazar. Hay un primer paso para esto: la apetencia. Pero la voluntad consiste, ante todo, en un acto INTENCIONAL, de inclinarse o dirigirse hacia algo, y en él interviene un factor importante: la decisión.

La voluntad, como resolución, significa saber lo que uno quiere o hacia dónde va; y en ella, y con esto termino, hay tres ingredientes asociados que la configuran en un todo:

  1. Tendencia. Anhelo, aspiración, preferencia por algo. Su origen etimológico proviene de tendere, inclinarse, dirigirse, poner tirante, acción de atender. Constituye una primera fase, que puede verse interrumpida por circunstancias del entorno.
  1. Determinación. Aquí hay ya distinción, análisis, evaluación de la meta pretendida, aclaración y esclarecimiento de lo que uno quiere.
  1. Acción. Es la más definitiva y comporta una puesta en marcha de uno mismo en busca de aquello que se quiere.

Como resumen, la tendencia es lo que prefiero (allí están las circunstancias, emociones y motivaciones); la determinación, que pasa por mi razonamiento inteligente a través de las virtudes, aclara hacia dónde quiero ir, y con la acción decido y pongo en práctica el HOY DECIDO QUERERTE PARA SIEMPRE.

La inmadurez sentimental del hombre

Os dejo este artículo del Dr. Enrique rojas

Solo quien es libre es capaz de comprometerse

La vida consiste en un aprendizaje continuo. Una de las piedras angulares de la educación es tener conciencia de las propias limitaciones. La cultura abarca muchos campos, que se abren en abanico en distintos terrenos. Vengo observando desde hace un cierto tiempo un fenómeno que me llama poderosamente la atención: la falta de madurez afectiva en hombres jóvenes, que van de los veintitantos años largos en adelante, que no saben gestionar de forma sana el mundo de las emociones.

La educación sentimental es una pieza clave de la cultura. Difícilmente una persona podrá alcanzar un adecuado desarrollo psicológico si no sabe educar y enfocar de forma sana los sentimientos. Vivimos en una época de intensa incultura afectiva en el hombre (que no en la mujer), que se manifiesta de modos muy diversos: infidelidad de muchas parejas, consumo de sucedáneos sentimentaloides, amores ficticios, relaciones frágiles que se rompen y se recomponen y se vuelven a romper, rupturas traumáticas, amores eólicos y mucho desamor en nuestro entorno.

Los sentimientos son una base importante de nuestra existencia. Nuestra primera aproximación a la realidad es afectiva: esto no me gusta, aquello no me cae bien, me dio mala impresión… son frases que decimos en el lenguaje coloquial. Tengo que hacer la siguiente afirmación antes de seguir adelante: la mujer sabe mucho más de la afectividad que el hombre, conoce ese campo, lo cultiva y lo sabe expresar de forma más clara y eficaz. El hombre está en otros temas (la actualidad política y/o económica, su trabajo profesional, lo deportivo y un largo etcétera), de tal manera que se ha ido produciendo en los últimos años una marcada socialización de la inmadurez sentimental del hombre, que es casi un escándalo en la falda de este siglo XXI, hombres que solo quieren pasar el rato con una mujer, divertirse, pero que huyen ante cualquier cosa que huela a compromiso.

El mapa del mundo sentimental produce choques y enfrentamientos frecuentes. Unos son plácidos, otros producen temor e incertidumbre, otros gratifican con su presencia. No es una materia de corte matemático, sino que tiene profundas raíces psicológicas y presenta una amplia gradación de tonos y colores. El objetivo de la educación sentimental es lograr un buen equilibrio entre corazón y cabeza, entre lo afectivo y lo racional.

En el siglo XVIII, la Ilustración produjo la entronización de los instrumentos de la razón. En el siglo XIX, con el Romanticismo, se dio la exaltación de las pasiones y de la emotividad. A lo largo del siglo XX, el mundo racional y el afectivo estuvieron a la gresca y solo al final del mismo se intentaron aunar ambas constelaciones. Es lo que Goleman llamó la inteligencia emocional, conjugar de forma armónica ambos ingredientes.

En la novela Climas, André Maurois describe a su protagonista, Phillipe de Marcenant, como un joven sensible, observador, que se enamora perdidamente de Odile, una jovencita de belleza etérea, desdibujada, huidiza, y de psicología frágil. Phillipe idealiza en exceso a esa muchacha y cuando viene la realidad del día a día, bastante más prosaica, aparecen las desavenencias, los momentos malos, la falta de diálogo, los silencios prolongados, la lista de reproches… Es un claro ejemplo de analfabetismo afectivo. Para vivir en pareja y que eso funcione hay que tener una preparación psicológica adecuada y conocer cómo funciona la convivencia, y sus principales reglas.

Las manifestaciones de esta incultura quiero clasificarlas en los siguientes apartados:

1º. Miedo o pánico al compromiso. Muchos jóvenes de hoy salen, entran, se relacionan, pero cuando se plantea que todo eso aterrice en un compromiso sólido reaccionan con miedo, ansiedad, gran desasosiego… o pánico o temor enorme a que eso no funcione, y salen huyendo. Solo quien es libre es capaz de comprometerse.

2º. Esa inmadurez afectiva se puede asociar con un buen nivel profesional. Se trata, por tanto, solo de un bajo nivel de conocimiento y manejo de ese campo. Se trata de buenos profesionales, médicos, ingenieros, arquitectos, abogados o gente con profesiones no universitarias que se desenvuelve bien en esas tareas, pero que paradójicamente sabe muy poco de la afectividad. Les cuesta amar, querer en el sentido de entregarse, y tratan de aplazar cualquier vínculo o unión. Pasarlo bien, pero sin otras miras.

3 º. Va apareciendo de forma gradual una cierta incapacidad para expresar sentimientos. Los sentimientos aparecen mediante el lenguaje verbal (las palabras), el lenguaje no verbal (los gestos), el subliminal (que se cuela entre los dos anteriores), el epistolar (escribir pequeñas notas de amor… esto ya es para nota) y en los lenguajes modernos de las redes sociales. Esas dificultades para dar cuenta de lo que uno siente se llama hoy alximitia (palabra latina que procede de a: partícula negativa; lexos: lenguaje; y timia: afectividad): no saber o no poder expresar afecto. Eso a la larga es una limitación psicológica bastante seria.

4º. Este tipo de hombre se centra casi exclusivamente en el trabajo. Se va produciendo en él una hipertrofia profesional, que a menudo se desliza hacia la adicción al trabajo: no tener tiempo más que para trabajar. Trabajar y ganar dinero, esos son los dos objetivos. Por ese derrotero, esta persona utiliza lo emocional como divertimento, pasar el rato, un entretenimiento sin más… como una exploración de sí mismo como telón de fondo.

5º. Siguiendo este curso de ideas, esa persona se en camina hacia una mezcla de egoísmo y egolatría. Pensar solo en sí mismo y tener una idolatría de suyo. Solo se centra en progresar profesionalmente, adquirir una adecuada posición económica y disfrutar y pasarlo bien. Todo se queda ahí. Se han evaporado los valores humanos y la palabra amor se diluye en encuentros sexuales puntuales, pasajeros, donde esa persona se busca a sí misma una y otra vez. Es la magia de lo efímero. Todo se torna intrascendente. No hay cabida para un amor auténtico. Es el monumento al individualismo.

Todo ligero, sin calorías. Es la vuelta del hombre light con otros ropajes. El hedonismo y la permisividad se sitúan en primer plano: el placer y todo vale. Ese joven que describo se mueve en esas coordenadas. Y de ahí se desprenden, desgajados, el consumismo y el relativismo. Un ser humano de poco valor, que termina cayendo sin darse cuenta en un gran vacío interior: sin moral, sin valores, es la ética indolora. Es la absolutización de lo relativo.

La persona verdadera necesita un amor auténtico: ese debe ser uno de los grandes argumentos de la existencia, incluso en los tiempos livianos en los que nos ha tocado vivir.

Enrique Rojas

Catedrático de Psiquiatría

La voluntad es lo más importante

Me ha gustado muchísimo este artículo del  psiquiatra Enrique Rojas.

Querer es determinación, firmeza, propósito decidido, solidez en el empeño de alcanzar algo costoso de entrada y valioso de salida.

LA VOLUNTAD ES LO MÁS IMPORTANTE

«No hago lo que deseo ni lo que me pide el cuerpo, ni lo que me apetece, ni lo que es mejor para mí. Voluntad y felicidad forman un binomio muy estrecho. No se hacen las cosas simplemente por placer o porque a uno le guste, sino por llegar a lo que uno se ha propuesto. La voluntad bien educada lleva a la realización más completa de uno mismo. La educación de la voluntad patrocina la alegría. La voluntad nos lleva, como de la mano, a una vida lograda».

La voluntad es la joya de la corona de la conducta, es la pieza clave para alcanzar los objetivos concretos. La voluntad nos determina. Hay que hacer una distinción entre dos conceptos próximos: desear y querer. Son dos pretensiones que navegan pilotadas por nuestra conducta. La primera se mueve por los sentimientos, mientras que la segunda es guiada por la voluntad. Desear es anhelar algo de forma próxima, rápida, con una cierta inmediatez. Querer es pretender algo a más largo plazo, pero teniendo el objetivo claro, bien delimitado y en donde hay una firme resolución de alcanzar esa meta. El deseo es más superficial y fugaz. Querer es algo más profundo y estable. Lo diría de otra manera: muchos deseos son juguetes del momento. En cambio casi todo lo que se quiere significa un progreso personal a medio largo plazo.

El campo magnético que deambula entre el desear y el querer forma una telaraña complejísima en el que ambos conceptos se cruzan, se entremezclan, se confunden, se avasallan, entran y salen, suben y bajan, giran, se esconden y luego vuelven a aparecer.

Todo esto da lugar a una tupida red de significados, con imprecisión a la orden del día. Los deseos son muy importantes en la vida y tiran de nosotros en una dirección determinada. Son importantes y le dan frescura a la conducta. Aprender a domesticarlos indica equilibrio y dominio de sí mismo. El deseo es siempre fuerza, impulso, tirón.

Movimiento apasionado que impele y se lanza en la dirección que el estimulo le provoca. En su seno se hospedan dos características: necesidad e impulso. El ser humano es un animal de deseos. Estos son fogonazos momentáneos a veces casi automáticos en donde uno se ve arrastrado por esa marea. El deseo es el registro primario de la afectividad.

Querer es determinación, firmeza, propósito decidido, solidez en el empeño de alcanzar algo costoso de entrada y valioso de salida. Voluntad es querer. La contabilidad de la vida personal está hecha de reverses y aciertos. En la ingeniería de la conducta la voluntad tiene un papel clave: es un parque jurásico de vericuetos y puentes levadizos y caminos serpenteantes ajedrezados por la búsqueda de algo que merece la pena.

Los deseos y los quereres se filtran por las rendijas de nuestro mundo afectivo silbando con su energía. Hoy se considera que la voluntad es una de las piezas claves en la arquitectura de la vida personal y es casi una segunda naturaleza. La educación de la voluntad es una tarea artesanal, lenta, progresiva, que se parece mucho al orvallo asturiano, al chirimiri vasco, a la charua peruana o a la cama chacha chilena: una lluvia fina que empapa la tierra y que cala en la profundidad del campo. Esto se refiere a la importancia de lo que en apariencia parece menudo y de escaso valor y que a la larga significa la costumbre de vencerse en lo pequeño. Son batallas menores, escaramuzas de escaso relieve en el día a día, pero que ponen de manifiesto la cultura del esfuerzo: un entrenamiento habitual para gobernarnos mejor.

Uno de los indicadores más claros de madurez de la personalidad es tener voluntad regia, firme, compacta, solida, consistente, de edificio románico o gótico. Y al revés una de las manifestaciones más evidentes de poca madurez, es tener una voluntad frágil, endeble, liviana, vulnerable.

La clave está en fomentar lo siguiente: hacer atractiva la exigencia, mirando fijamente al horizonte de la meta. ¿Cómo?: utilizando los instrumentos de la inteligencia, sublevando esfuerzos, no dándose uno por vencido cuando las cosas van mal. Elevándose uno por encima de las circunstancias adversas. Los esfuerzos y renuncias de ahora tendrán su recompensa. Saber esperar y saber continuar. Utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos: esa es la clave. El verdadero objetivo de la voluntad es conseguir la victoria sobre uno mismo. Abrimos las puertas del autodominio y así no nos desviamos de la meta, nos entregamos con ardor a la tarea propuesta.

La voluntad es la capacidad para conseguir objetivos concretos y luchar, de forma recia, poniendo a la motivación como gran motor de la misma. El hombre superior mira por sobreelevación, no busca lo cercano, sino lo lejano. El hombre inferior vive aferrado a lo inmediato y busca la satisfacción pronta y eminente.

Lo mejor es llevar a cabo lo que yo llamaría una especie de tabla de ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación; y después me aplico aquella otra tarea que me cuesta, porque sé que es bueno para mí; y más tarde me aplico aquello otro que me es costoso, porque sé que eso hará de mí una persona de una pieza.La costumbre de vencerme en lo pequeño. Es esencial ejercitarse en estos vencimientos que no reportan ningún beneficio próximo. Ahí vemos entrenamiento y aprendizaje. Hay que batirse con uno mismo porque el enemigo está dentro y fuera y tiene distintos nombres: pereza, apatía dejadez, abandono, cansancio de la vida o búsqueda de lo más cómodo.

Toda educación empieza y termina por la voluntad. Decían los escolásticos que la base de la conducta está en crear hábitos positivos: la repetición de esos actos nos hace valiosos. No confundir entre hábitos positivos y rutina. Lo primero es la educación continuada y, lo segundo, el comportamiento cansino, agotador y sin alma. No hay rutina cuando se procura poner amor en lo que se hace por pequeño que parezca. Educar no es solo conducir a alguien hacia lo mejor para sacar todo lo bueno que lleva dentro, si no también hacer que ame el esfuerzo y que este se vea como positivo y liberador.

Una persona con voluntad llega más lejos en la vida que una persona inteligente. Y a la larga es una especie de llave multiuso, que vale para casi todo.

No hago lo que deseo ni lo que me pide el cuerpo, ni lo que me apetece, ni lo que es mejor para mí. Voluntad y felicidad forman un binomio muy estrecho. No se hacen las cosas simplemente por placer o porque a uno le guste, sino por llegar a lo que uno se ha propuesto. La voluntad bien educada lleva a la realización más completa de uno mismo. La educación de la voluntad patrocina la alegría. La voluntad nos lleva, como de la mano, a una vida lograda.

Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría